Podría decir que todas las mañanas comienzan igual. El sol nace en el horizonte, el canto de los pájaros notifican la llegada de la luz, y mi cabeza despeinada pospone la alarma unas 3 veces, mínimo. Como si estuviera venciendo al tiempo. Qué hermoso regalo, el tiempo.
Aquel jueves lluvioso y frio de marzo, se asimilaba a un día más en el calendario, pero viajando las sorpresas drenan de cualquier parte y forma.
El día gris no resultaba agradable al paladar de mis ojos. 48 horas antes me encontraba en Argentina disfrutando los últimos días de calor y algarabía, pero la llovizna en tierras bávaras poco a poco fue embutiendo mi cuerpo en el nuevo clima, idioma, paisajes y demás.
Pasada las 7 AM, caminaba con la primer fiaca de la mañana hacia el tranvía número 11, línea amarilla, camino a la estación central de trenes de Frankfurt. Las pestañas algo decaídas, eran consecuencia de una larga charla nocturna con Alina, quien me había alojado la noche anterior. Sus relatos de viaje por Tanzania y Ghana, sumada a mi curiosidad del día a día alemán, fueron ingredientes densos para digerir el cansancio y mantenernos despiertos. De repente, la fatiga en mi cuerpo estaba expectante al igual que mis oídos. Y por momentos, entre tazas de café y té de limón, nuestras mentes se encontraban viajando con el uso de la imaginación y la complicidad de dos almas que disfrutan el movimiento.
Y el pájaro vio el cielo y se voló,
Te di mi corazón y lo perdiste.
Esa estrofa resonaba en mi cabeza mientras me dirigía a la parada del tranvía. Mis pupilas exploraban los interiores de la casas con detalle, y disfrutaba presenciar ventanas sin cortinas. El detalle y relieve en las puertas frenaban mis pasos; y en más de una ocasión, el mercado automotor alemán afectaba mi atención, que con sus Bmw y Mercedes, condicionaban la dirección de mi mirada.
El tranvía número 11, llego a las 7:41 con una precisión que no me sorprendió. Sucedió lo contrario al ingresar, cuando frente a mis borcegos marrones salpicados de barro y algunas hojas otoñales, se presento una bicicleta estacionada en el segundo fierro paralelo a la puerta de ingreso. O egreso. Pero ese detalle no tiene importancia, olvídenlo. Volvamos a la bicicleta.
Nada de especial podía notar a primera vista, era como cualquier otra. Las bicicletas en Alemania son iguales que en Argentina sabían? Sin pensarlo, ni con motivos que justifiquen el accionar, empecé a observar las zapatillas de las 7 personas que se encontraban en el lugar. La idea era jugar en los 9 minutos que me separaban hasta la estación de trenes, para encontrar o deducir quien sería el dueño de las 2 ruedas.
En el primer paneo general, descarte a la pareja de abuelos de unos 80 años con las 2 bolsas de supermercado Aldi vacías. También al joven de gorro naranja con rasgos asiáticos que empezaba la mañana hidratándose con una Coca Cola. La mujer rubia, de lentes marrones y aires de oficina se excluía por sí sola, aunque su apariencia también afectaba mi atención. En la siguiente parada, el joven de traje que le sonreía al Iphone bajo hablando en alemán con una actitud de quien ve aproximarse el fin de semana. Quedaban solo 2 personas, y me basto bajar la mirada hacia el suelo para darme cuenta quien era el propietario. Las zapatillas deportivas blancas estaban rociadas de barro, seguido por los pantalones y el bolso azul con tiras blancas, apoyado sobre la pierna derecha.
En el mismo momento que terminaba de jugar, se levanto y empezó a caminar hacia mí.
Estará molesto? Me pregunte, mientras veía acercarse la parada donde bajaría el Niki.
Sonaron unas palabras en alemán, a lo que respondí en ingles no entiendo.
Sorry, i don’t speak German.
En un abrir y cerrar de ojos estábamos bajando juntos del tranvía, y sin darme cuenta vivía un acontecimiento de magia druídica con Jannek, dueño de aquella bicicleta.
El semáforo en rojo nos regalo 30 segundos extras, donde nos preguntamos los nombres, le comente de mi próximo viaje en bicicleta, y sin dudarlo me dicto su número de teléfono para cualquier tipo de ayuda que necesiten mi regreso a Frankfurt, que se daría 10 días más tarde.
Hay personas que aparecen en los viajes, y no sabemos el porqué. Quizás con el tiempo encontramos el significado, o el sentido. Pero en el momento quedas funcionando como un trompo el cual no sabes quien envió a tirar del piolín. Y así fue aquella mañana húmeda en calles alemanas.
El comienzo de nuestra complicidad fue lento. Como estas líneas que voy desplegando.
9 días mas tarde de aquel fugaz y mágico encuentro, que suelen darse cuando estamos en movimiento, la ayuda de aquel joven alemán tropezó con obstáculos. Al querer llamarlo el día anterior a mi arribo a su ciudad, el contestador alemán me daba a entender que el número era incorrecto. No me quedaba otra opción que aceptar el destino. Pero mis ganas de volver a verlo, eran más fuerte, por eso no me iba a dar por vencido. Cabeza dura quien escribe, comencé a observar su número de teléfono, y entre los 10 dígitos se encontraba el numero 6 y ningún numero 7. Es por acá pensé.
Desde que me encuentro en viaje, el numero 27 me acompaña por todas partes. La historia viene por mi abuelo, quien fue marinero y al parecer le gustaba cruzar fronteras acompañado también por su número favorito.
Intuición, sensación, destino o suerte. Utilice la palabra que sea más de su agrado.
Cambie el número 6 por el 7, y de repente tenía un contacto nuevo en WhatsApp. Segundos más tarde, con la tranquilidad de quien habita en su baldosa de felicidad, estaba hablando con Jannek para planificar nuestro encuentro. Fueron 4 días en su casa, junto a su compañera de vida Milena. En un cerrar y abrir de ojos, era un espectador de lujo en la cotidianidad de 2 personas hospitalarias, ricas en su interior y que tienen el valor y amor suficiente para ayudar a otro ser humano. No solamente compartimos y creamos momentos juntos, sino que una vez más la hospitalidad se hacía presente frente a mis ojos con la única sensación de agradecimiento que estaba viviendo.
Con el correr de los paisajes, algunas piezas del rompecabezas encajan perfectamente.
Donde quieran que estén, son personas que se le desea lo mejor.
Porque a veces la vida te acaricia con las manos, otras con una mirada, o simplemente te pone en el camino a personas que ni más ni menos vas a recordar el resto de tus días
Miro hacia atrás como el viento se va, pero vuelve
Veo que el sol me sonríe y el pasto es más verde…
Si llegaste hasta acá, gracias por leerme. Un abrazo grande para quien esta del otro lado y banca los párrafos.
Suenan Los Auténticos Decadentes,
A subir el volumen!